domingo, 3 de marzo de 2013

Un hombre de verdad.

Un hombre de verdad
“Ser hombre es un lugar de sufrimiento inútil”. (Gunter Grass) “Pelea como un hombre”, “Los hombres no lloran”, “No seas maricón”, “Los hombres sólo quieren sexo”, “Pórtate como un hombre”, son sólo algunas de las frases más comunes que los varones, desde temprana edad, escuchan constantemente como parte del entrenamiento social y cultural que hará de ellos unos representantes de ese modelo de masculinidad que el sistema patriarcal ha establecido como única posibilidad para ser hombre.
Hace unas semanas atrás, en la entrada de una estación de bus, vi a un niño que lloraba ruidosamente mientras su mamá trataba de calmarlo. Luego ella se acercó a la taquilla, ubicada a unos metros, para realizar un pago y el niño siguió llorando aún después de que el vigilante de la estación, que estaba parado a su lado, le dijo con una sonrisa incómoda: “No llores porque los hombrecitos no lloran”. En ese momento no pude evitar cierta molestia al notar el terrible significado de esa frase tan común y aparentemente inofensiva, pero no por eso menos atroz, que muestra cómo, desde pequeños, los varones viven día a día, durante todas sus vidas, un aprendizaje duro, agotador y doloroso, que busca convertirlos en hombres de verdad.



Se busca un hombre masculino y viril
Es común pensar que la virilidad es una característica innata en el hombre, es decir, que ellos, por el solo hecho de tener pene y hormonas sexuales masculinas son dueños de rasgos tales como agresividad, fortaleza, poder, potencia o valor, los cuales, según el diccionario, son sinónimos de lo viril. Sin embargo, la virilidad es, al igual que el género, una construcción histórica, ya que no existe un componente esencial en el interior del hombre, sino que la forma de serlo está determinada socialmente y va cambiando con el tiempo o varía de acuerdo a cada cultura. Por un lado, esto explicaría por qué en las últimas décadas, han comenzado a aparecer grupos de hombres que critican el patriarcado y van creando formas alternativas, más justas y equitativas, de ser varón (repartición de las tareas del hogar, relaciones de pareja igualitarias y no violentas, participación activa en la crianza de los hijos, etc). Por otro lado, un ejemplo de la masculinidad como creación cultural podría encontrarse en los rituales homosexuales que se practican en Melanesia en los que varones púberes mantienen contacto sexual con otros hombres adultos como parte de una ceremonia de iniciación. Al recibir el semen en sus cuerpos, son reconocidos como hombres, es decir, poseedores de una masculinidad que en su entorno es admirada, mientras que algo semejante en una cultura occidental sería asociado inmediatamente con la feminización del púber y descartado como un ritual de masculinización. Según el sociólogo Michael S. Kimmel, esta nueva perspectiva con respecto a la virilidad, entendida como construcción histórica, abre una posibilidad que sigue siendo considerada imposible para muchos, pero que a nosotras nos resulta prometedora: “los hombres pueden cambiar, tanto individual como colectivamente”.


Cómo ser un hombre de verdad en cuatro pasos
A pesar de los avances sociales y culturales que han abierto la posibilidad de nuevas formas de actuar y pensar para muchos representantes del sexo masculino, el modelo predominante de cómo ser hombre en nuestra cultura –es decir, la llamada masculinidad hegemónica occidental- sigue estando vigente en pleno siglo XXI.
¿Pero cuáles son esas características que debe poseer uno para ser considerado un hombre de verdad? Según el psicólogo Robert Brannon el modelo de masculinidad hegemónica se puede resumir en base a cuatro características:
1) La masculinidad es un repudio de lo femenino.
2) La masculinidad se mide por el poder, el éxito, la riqueza, la posición social y las mujeres atractivas (quienes también son vistas como bienes o posesiones) con las que uno se relaciona.
3) La masculinidad prohíbe mostrar emociones o sentimientos.
4) La masculinidad se basa en la osadía varonil y en la agresividad.
Aunque parezca increíble todos estos rasgos podemos encontrarlos repetidamente en productos de la cultura popular y la industria del entretenimiento como comerciales, series de televisión, canciones, y demás.

#1: No seas maricón

La masculinidad dominante podría resumirse en una consigna básica y elemental: ser hombre significa no ser una mujer, esto quiere decir no actuar, pensar o hablar como alguien del mal llamado “sexo débil” lo haría. Por supuesto, bajo esta perspectiva, una mujer es identificada en base a un estereotipo según el cual ella es dueña de una sensibilidad a flor de piel, capaz de brindar ternura y cuidados, un ser modesto y cortés, tímido y limpio. Si el mandato fundamental para todo hombre es no ser como una mujer, él no debe mostrar, bajo ninguna circunstancia, estas cualidades pues de hacerlo pondría en duda su masculinidad. De este repudio de lo femenino, se deriva la homofobia porque el hombre gay es asumido como un ser feminizado, o alguien que siente deseo por otros hombres y que quisiera ser mujer, por lo tanto se comporta como tal y por ende, debe ser repudiado por los hombres ya que encarna todos los miedos de éstos. Aquí encontramos nuevamente que el estereotipo domina la percepción masculina: el gay es amanerado o afeminado y su existencia es una amenaza que atenta contra la hombría colectiva de los hombres de verdad. La homofobia, el miedo de verse como una mujer o como un hombre gay, está presente de manera constante y latente en las relaciones que los hombres establecen entre ellos. Cada uno de los representantes del sexo masculino necesita sentir que sus pares lo reconocen como un hombre de verdad, por eso la masculinidad es una aprobación homosocial, es decir que se desarrolla entre hombres en su interacción social, por ejemplo, entre los amigos, los compañeros de trabajo y las figuras de autoridad como los padres y los jefes. Es así que los hombres cumplen un rol de “policía de género” y ponen a prueba, todo el tiempo, la hombría de sus pares.


#2: Hombre todopoderoso

Otro de los requisitos esenciales de la masculinidad se basa en el poder, el éxito, la riqueza, la posición social y las mujeres atractivas que uno conquista. Pero el poder de un hombre de verdad, con respecto a otros hombres, también se mide por cuán cerca se está del modelo ideal masculino: blanco, heterosexual, joven o adulto de clase media. Un ejemplo es el caso de muchos videos musicales de reggaeton, donde el varón ostenta todas las cualidades que un hombre todopoderoso posee.

#3: Los hombres no lloran

Un verdadero representante del sexo masculino jamás muestra debilidad, flaqueza o fragilidad, ya que eso sería comportarse como una mujer, es decir, ser un afeminado. Así que por más que se encuentren ante eventos de gran tensión emocional, como una ruptura amorosa, es preferible fingir una sonrisa para ocultar las lágrimas, tal como ocurre en una popular canción de The Cure.

 #4: Pórtate como un hombre

La osadía, la agresividad y la competitividad son las características fundamentales de la virilidad. Sin ellas, cualquier hombre corre el riesgo de ser visto por sus pares como gay. Por eso un verdadero hombre, por ejemplo, debe ser atrevido en su acercamiento a las mujeres (como se muestra en este comercial de Brahma) y además debe competir de manera agresiva contra cualquier otro hombre que se cruce en su camino (como podemos ver en los comerciales de Burger King y Coca Cola).



 + Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la identidad masculina. Michael S. Kimmel. Theorizing masculinities, editado por Harry Brod y Michael Kaufman. California (Estados Unidos), 1994.

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