El Supremo de India aprobó la semana pasada, siguiendo el ejemplo de Nepal y Bangladés, el reconocimiento del tercer género para las 'hijras'
Muchos confunden este concepto con transexualidad o intersexualidad, dos realidades distintas al no sentirse ni hombre ni mujer
En las aldeas de Albania aún viven una treintena de 'vírgenes juradas', mujeres que abandonaron su identidad femenina para sobrevivir
También en muchas tribus amerindias se tiene la creencia de que algunos de sus miembros tienen 'dos espíritus'
Eduardo Sánchez
Tercer género, tercer sexo, transgénero, intersexualidad, androginia, intergénero, genderqueer...
La reciente sentencia del Supremo de India reconociendo el "derecho
humano" de toda persona para "escoger su género", independientemente de
sus órganos sexuales, ha vuelto a poner de actualidad una realidad no
sólo psicológica, sino también cultural de muchas regiones del mundo,
donde los conceptos de masculino y femenino no son tan herméticos como
en Occidente.
Hubo una época no muy lejana -mediados del siglo XIX y hasta bien pasada la mitad del XX- en la que el concepto de tercer género, que ahora se atribuye a personas que no se sienten ni hombres ni mujeres,
se usaba para describir a homosexuales y feministas. En España y países
de su entorno, esta cuestión se ha abordado en debates y medios de
comunicación desde una doble vertiente muy ligada a aspectos
biológico-psicológicos. Muchos han caído en el error de identificar a
los transexuales con este tercer género. Desde la Asociación Española de Transexualidad
se rechaza por completo enmarcarse en esta nueva realidad pues, tal y
como aclaran, los transexuales son hombres o mujeres que nacen con un
sexo biológico equivocado, y que a partir de una edad -se están dando
casos de niños de hasta 4 años- van teniendo conciencia claramente del
género con el que se identifican, aunque su cuerpo no esté conforme.
Otros también han querido establecer una relación entre el tercer género y la intersexualidad. Sin embargo, como aclara el psicólogo Gabriel J. Martín,
"no tienen nada que ver". "Me parece perfecto [la regularización de la
figura del tercer sexo], porque se visibilizan otras realidades, pero
que son distintas a la intersexualidad". Martín lo conoce de primera
mano. Hace 42 años nació con un trastorno del desarrollo sexual -algo
que ocurre, según los expertos, en uno de cada 2.000 nacimientos-. "La
persona que propició la introducción del género neutro en la legislación australiana recientemente
no nació con intersexualidad, puesto que esta última se refiere a la
anatomía de genitales internos y externos. Su proceso tiene que ver con
el género con el que se identifica y eso está relacionado con la
identidad sexual, con el cómo alguien se siente consigo mismo...Y
resulta que, en este caso, no se siente ni hombre ni mujer".
"Quienes hemos nacido con una intersexualidad vinimos a este mundo con unos genitales intermedios,
pero no existe ni un solo caso reportado de persona nacida con
intersexualidad que no afirme sentirse bien hombre o bien mujer. Esto
tiene todo el sentido si recordamos que la identidad sexual está en el
cerebro y es independiente de cómo estén los genitales de una persona",
asegura Martín.
Por tanto, ni transexualidad ni intersexualidad encajarían bien en
este término según los patrones occidentales. Aclarada la confusión,
muchas otras realidades socioculturales sí que presentan unas
características que se ajustan al concepto de tercer género, personas
que no se consideran ni hombres ni mujeres, aunque a ojos de nuestra
sociedad sus roles y patrones sean identificados como masculinos y/o
femeninos. Estas son algunas de ellas.
'Hijras', venerados en la marginalidad
El pasado 15 de abril, el Tribunal Supremo de India hacía pública una
sentencia histórica en la mayor democracia del mundo. En un país donde
siguen estando prohibidas las relaciones homosexuales -en
diciembre de 2013 el mismo tribunal ratificaba un artículo de la época
victoriana de mediados del XIX que las castiga con prisión-,
millones de ciudadanos ya no tendrán que elegir entre varón o mujer en
documentos oficiales y registros. Se les ofrece la opción de tercer
género, con el propósito de acabar con la profunda discriminación y
marginalidad a la que han sido relegadas durante las últimas décadas la
mayoría de los más de cinco millones de hijras, cifra que manejan algunas organizaciones humanitarias, que viven en el subcontinente indio.
No siempre fue así. Los hijras (o aravanis)
disfrutaron durante siglos del reconocimiento social en la India. Muchos
ejercieron de consejeros de los emperadores mongoles o cuidaban de sus
hijos y poseían propiedades y sirvientes. Su historia se arraiga en la
tradición hindú, y hay referencias a ellos en libros sagrados como el Kamasutra o el Ramayana. Sin embargo, el imperio británico les condenó al ostracismo, con sus leyes homófobas y represoras. Aún hoy, los hijras -vestidos
con ropas de mujer, maquillados y adornados como ellas- siguen teniendo
cierta influencia en las clases populares, que les otorgan facultades
espirituales y mágicas -por ejemplo, con respecto a la fertilidad o la
buena fortuna-.
Esta comunidad, a pesar de su apariencia y comportamiento, no se
define con una identidad sexual femenina, más bien con la ausencia de
sexualidad -ellos creen que esta 'virtud' les confiere poderes
sagrados-. A pesar de ello, la marginación social y familiar de muchos
miembros de este colectivo les ha avocado a la prostitución y la
mendicidad, situación que trata de resolver la reciente sentencia del
máximo órgano judicial indio.
En Tailandia están las kathoey o ladyboys. Aunque la sociedad y la legislación las reconoce como un tercer sexo -en los registros oficiales o, por ejemplo, con la instalación de un tercer aseo distinto al de hombres y mujeres en centros de estudio-
su realidad es muy similar a la de la transexualidad en Occidente. La
mayoría, según los estudios antropológicos, se definen como mujeres
encerradas en un cuerpo equivocado. Sin embargo, socialmente las kathoey -que
ocupan todos los estratos sociales y económicos, aunque muchas veces
solo se las asocia con el espectáculo y la prostitución- tienen la
consideración de tercer sexo, algo que también ocurre en los vecinos
Bangladés y Nepal.
Las 'vírgenes juradas' por necesidad
En las zonas rurales de las montañas de Albania aún perviven poco más de una treintena de vírgenes juradas.
Nacieron mujeres, pero una sociedad misógina y las guerras que durante
siglos asolaron esta región de los Balcanes las obligó a convertirse en hombres. Su tradición se remonta a cientos de años y está muy condicionada por el Kanun,
un código de leyes que rige la vida de esta zona desde el siglo XV, y
que relega el papel de la mujer a mera criadora y cuidadora de hijos. Se
les niega el voto, el derecho a conducir, ganar dinero, fumar, beber,
portar un arma o acceder a determinados establecimientos. Además, era
costumbre los matrimonios concertados.
Cuando el patriarca de un clan fallecía sin dejar herederos
masculinos o cuando la hija se negaba a casarse con el hombre impuesto,
muchas mujeres hacían un juramento de castidad ante los hombres
prominentes de la aldea. Renunciaban a una identidad sexual femenina y
pasaban a vestirse y adoptar una apariencia física de hombres -como se puede ver en los retratos que hizo la fotógrafa Jill Peters-, desempeñar trabajos de hombres, convivir en el pueblo con los hombres... pero sin sentirse hombres.
La realidad ha cambiado en el país, pero hace unas décadas era un
estigma familiar no tener un hombre de la casa, y la comunidad aceptaba
con buenos ojos, incluso con adulación, a estas vírgenes juradas.
Hoy a las musulmanas se les permite rezar en las mezquitas con los
varones y en general cualquier miembro de su familia debe pedirla
permiso para casarse. Incluso en la época comunista, alguna llegó a
ocupar cargos en el partido único, como recogía en 2007 un reportaje del Washington Post.
Las 'muxes' desde el tiempo prehispánico
Al otro lado del Atlántico, en el Istmo de Tehuantepec (México), los
pueblos zapotecas llevan siglos organizando su sociedad más allá de la
división entre hombres y mujeres. Desde la época precolombina, en estas
comunidades existe la figura de las muxes, un tercer género que desempeña roles y funciones reconocidas y prestigiadas. Las muxes nacieron
con el sexo masculino, pero desde la tierna infancia muchas familias
educan a estos niños para convertirlos -la antropóloga mexicana Marinella Miano Borruso sostuvo en una investigación que las madres las consideraban "el mejor de sus hijos", al garantizarse que nunca abandonarían el hogar-. Las muxes adoptan
la figura matriarcal dentro del clan, cuidando de la casa, criando a
los niños, asistiendo a los ancianos y los enfermos o gestionando la
economía doméstica.
Otro de los roles que se le atribuye dentro de la comunidad es la
iniciación sexual de los varones. En la cultura zapoteca está mal visto
que las mujeres pierdan su virginidad antes del matrimonio, pero no así
los hombres, que pueden practicar a través de las enseñanzas de las muxes.
La investigadora Miano Borruso reconoce que la proliferación del VIH y
del sida ha condenado a muchas a la marginación y que no han podido
escapar de las actitudes machistas que las excluyen de los ámbitos de
poder.
Más al norte, en decenas de tribus amerindias de Estados Unidos y
Canadá se tiene la creencia de que en algunos integrantes conviven los
espíritus femenino y masculino. Los dos espíritus visten con
ropajes tradicionales de hombres y mujeres y desempeñan roles
específicos como adivinos, curanderos o trabajos funerarios -de nuevo el
misticismo relacionado con la magia y el más allá-. Pueden mantener
relaciones sexuales con ambos sexos y formar familias que no se
identifican ni como homosexuales ni como heterosexuales.
En linea: www.zoomnews.es/260521/actualidad/sociedad/tercer-genero-realidad-biologica-y-cultural-mas-alla-lo-masculino-y-femen
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