martes, 21 de julio de 2015

A que no hay huevos

Autor: José Ángel Lozoya Gómez
Miembro del Foro y de la Red de hombres por la Igualdad



Cada vez que se pronuncia esta frase imagino a uno o más hombres decidiendo si asumen o no el riesgo a que se les reta.
El año pasado tuve el placer de colaborar como docentepara un curso onlinede Gizonduz [programa dirigido a los hombres que depende de Emakunde–Instituto Vasco de la Mujer] titulado «Hombres, igualdad y masculinidades». Me correspondió elaborar la unidad didáctica “Masculinidades y violencia”, y el texto que introducía la unidad trataba de explicar la importancia de entender la relación que existe entre masculinidad y violencia. La violencia es una parte esencial de la socialización de la masculinidad que busca afirmar la virilidad de quienes la practican para evitar parecer lo que no deben ser: débiles, homosexuales o femeninos. Este maridaje entre masculinidad y violencia está tan naturalizado que pasa desapercibido y nos cuesta ver que la mayoría de los protagonistas directos de las peleas —en colegios, campos de fútbol, incidentes de tráfico, sitios de copas o protestas— son hombres, que la violencia sigue siendo el argumento decisivo en la resolución de todo tipo de conflictos, que los protagonistas y las víctimas más frecuentesson hombres, y que es preciso acabar con este vínculo para combatir las violencias machistas y abordar la deconstrucción de la masculinidad.
El alumnado del curso podía optar, para ser evaluado, por desarrollar un trabajo en el que debían contar algún episodio del que hubieran sido testigos [o del que tuvieran conocimiento cierto]en que uno o más hombres se hubieran visto presionados a actuar violentamente o a poner sus vidas en peligro para no ser tildados de poco hombres; en el relatodebían desarrollar el contexto, el motivo, los protagonistas, lo ocurrido y lo que hicieron o dejaron de hacer las personas que observaron los hechos. Sus relatos muestran la frecuencia con que niños y adultos asumen riesgos para evitar que se cuestione su hombría: imitan a otros más diestros o temerarios buscando el reconocimiento del grupo que valora la violencia o el riesgo, beben más de la cuenta aunque tengan que conducir,o se enfrentan por conflictos entre sus hijos.
Me falta espacio para contar tantas historias: la del padre del niño de dos años al que agarra fuertemente del brazo porque llora el primer día de colegio mientras le dice: “No llores porque tienes que ser fuerte y valiente. ¡Si eres todo un chicarrón! Las niñas se van a reír de ti si sigues llorando”; la del chaval tildado de "maricón" que salta desde cinco metros de altura al mar y se rompe la mano al darse con una piedra, lo que le impidió volver a bañarse ese verano,aunque enseñaba orgulloso su “herida de guerra”,la prueba de su pertenencia al grupo de los hombres; o la de los jóvenes que se pelean por una chica, el suspirante para impresionarla y el novio para defenderla y demostrar su virilidad, cada uno apoyado por sus amigos y todos cumpliendo las expectativas de los testigos, con quienes coinciden en que los hombres siempre han de estar dispuestos a pelear, aunque pierdan o aunque puedan recurrir a la policía que está a pocos metros.
"Maricón", "nenaza", "rajado", "blandengue", "gallina", "cobarde", "poco hombre", "a ver si tienes cojones"…Estas expresiones siguen constituyendo un auténtico reto y un detonante de comportamientos de riesgo — beberse cada uno una botella de ron, correr los toros o saltar por encima de una fila de coches aparcados — que pueden acabar en accidentes y lesiones de importancia. El miedo a reconocer que se tiene miedo está detrás de muchos episodios de conducción temeraria,escaladas peligrosas, resistencia al condón en relaciones sexuales de riesgo, etcétera. El miedo a que los hijos sean —o parezcan ser— unos cobardes lo vemos en los padres que los educan en la no violencia pero que a la vez les invitan a defenderse si son agredidos, sin percatarse deque para lograrlo han de ser tan violentos como el agresor. La predisposición de los varones a exponerse a peligros, actuando de manera irresponsable contra sí mismos para validar su hombría, forma parte del aprendizaje de la masculinidad desde pequeños, una alta dosis de machismo que explica por qué las lesiones y las muertes por accidentes son más frecuentes entre la población masculina y que la masculinidad pueda ser considerada factor de riesgo.
Los relatos del alumnado también hablan de chicos maltratados desde la infancia por ser poco viriles, de quienes prefirieron salir corriendo a enfrentarse a otros, o de insumisos al servicio militar, acusados de maricas, alos que golpearon y detuvieron por negarse a dejar que los "hicieran hombres" entre la incomprensión de muchos y la solidaridad de un movimiento que resultó imparable. Pero la mayoría de los varones tiene que dejar de ver la prudencia como sinónimo de cobardía y empezar a cuestionar la heroicidad, la misoginia, la homofobia, las jerarquías o la virilidad, si quieren evitar que ese "tener que ser" los tenga dolorosamente cogidos por lo que presumen poseer.
Por cierto, para guisar unas buenas criadillas de toro lo único que hace falta son 400 gramos de criadillas, pimienta negra, cuatro dientes de ajo, aceite de oliva y dos patatas.
Sevilla, julio 2015

sábado, 11 de julio de 2015

Participación en el I Congreso Internacional de Antropología AIBR (Madrid 7 - 10 de julio 2015)



Ampliando la mirada en antropología de género: hombres en conflicto con un modelo de masculinidad.
El caso de parejas con hombres desempleados y mujeres trabajadoras.
Juan A. Rodríguez del Pino
  Susana Marín Traura



El empleo ha sido considerado tradicionalmente un elemento de poder patriarcal e instrumentalizado desde el sistema capitalista. Por esa razón ha supuesto un elemento que ha marcado cierta diferenciación bipolar entre mujeres y hombres, con todo lo que esto a su vez conlleva (público - doméstico; activo - pasiva; cuidadora - proveedor; etc.). Pero en ocasiones la importancia del trabajo desaparece o desplaza a su protagonista tradicional. La crisis económica ha provocado que afloren las contradicciones de este modelo a través de situaciones en que se dan casos de hombres desempleados pero donde sus parejas femeninas continúan trabajando. Esto puede generar diversas convulsiones en el seno de la/s familia/s, provocando, en ocasiones, la revisión por parte de los hombres de ciertos principios que consideraban inmutables.
Esta investigación se desarrolló desde la Universidad de Valencia en el contexto en ciertos municipios de su cinturón metropolitano. Para ello se utilizó como metodología novedosa, el taller etnográfico. Nuestros participantes son hombres desempleados que muestran el conflicto latente que les genera lo aprendido desde un modelo de masculinidad muy concreto. Se observó cómo estos hombres partían de una disposición cercenada para conectar con su subjetividad no expresada, e intentaban reescribirse desde un nuevo modelo de relación para consigo mismos y con sus entornos. 
Palabras Clave: Antropología de género, masculinidades, desempleo, familia, cambio.


viernes, 3 de julio de 2015

Comunicación en Congreso CIMIE (2-3 de julio 2015)



Hablando De Hombres. Una Experiencia De Promoción De La Igualdad En Contextos Educativos No Formales.

Susana Marín Traura y Juan A. Rodríguez del Pino 



Introducción
            La experiencia en temas de igualdad, nos indica como la sociedad en los últimos años ha generado cambios sustanciales para la mejora de la situación de las mujeres. Por el contrario, en el caso de los hombres, los cambios resultan mucho más lentos dada la general resistencia a la modificación de las tradicionales estructuras patriarcales de dominio. Por ello, desde la experiencia de un curso de orientación laboral tomada como un contexto formativo no formal, se busca intervenir con hombres desempleados de manera transversal para revalorizar el empleo dentro del contexto actual.