Victoria Viñals | Sábado 24 de enero 2015
Los
estudios sobre masculinidades comprenden una serie de procesos desarrollados en
el mundo durante los últimos 30 años, que se proponen repensar la construcción
de identidad y género de los hombres en medio de los cambios políticos y sociales impulsados por el feminismo.
¿Que define lo
masculino? ¿Qué hace hombre a un hombre? ¿Qué desafíos tienen los varones en pleno
auge del feminismo? Son algunas de las preguntas que se trataron de responder
en el V Coloquio internacional de estudios sobre varones y masculinidades,
titulado “Patriarcado en el siglo XXI: cambios y resistencias”.
El encuentro,
realizado entre el 14 y el 16 de enero se llevó a cabo en la facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Con más de 200 ponencias e
invitados internacionales, la instancia tuvo como objetivo principal
problematizar la masculinidad y entender cómo opera el patriarcado en los hombres.
Klaudio Duarte,
sociólogo, académico e investigador de la Universidad de Chile, señala
que si bien los estudios de masculinidades llevan décadas desarrollándose, es
en los últimos 30 años donde se ha vuelto más urgente develar la forma en que
se produce la construcción de la identidad del sujeto masculino: “Los hombres
aprendemos a ser hombres. No nacemos machistas, aprendernos a reproducir
patriarcado a través del sexismo, la homofobia, el falocentrismo, la
heteronormatividad. Lo importante es que esos aprendizajes se pueden
desaprender, lo que implica necesariamente una lucha política”.
Masculinidad hegemónica
Cristian González
Arriola, psicólogo e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México
UNAM, señala que desde una perspectiva de género es posible desnaturalizar la
condición de subordinación de las mujeres y la condición misma de los hombres,
es decir, “mediante lo que Judith Butler llama performatividad es que nosotros
vamos innovando esta condición de género que pareciera ser dada pero que
nosotros al momento de hacer fuera de la norma, me parece estamos
resignificando y reinterpretando lo que implica ser hombre y ser mujer”.
González Arriola
toma del filósofo francés Pierre Bourdieu el concepto de habitus, es
decir, observa una relación entre las formas de actuar, pensar y sentir
asociados a la posición social y cultural de los sujetos. Desde el punto de
vista del género, el habitus estaría conformado por una
masculinidad hegemónica fundada en el machismo y en la superioridad de un
género por sobre el otro. “Se enseña a los hombres desde niños a no
mostrar emociones o signos de debilidad: a ocultar todo lo que lo acerque a lo
femenino. Los hombres tenemos que demostrar ser hombres de manera constante y
periódica y la masculinidad existe en oposición a lo femenino y es por eso se
construye en relación a nosotros, las parejas, los amigos, los colegas”,
señaló.
Así, se comprende
la masculinidad como un sentido de significados que van cambiando y
reinterpretándose. “Seguir hablando de hombres agresores y mujeres víctimas
supone un discurso cómodo y políticamente correcto”, declaró González Arriola y
explicó que desde la perspectiva de algunos autores, la masculinidad, en tanto
construcción cultural, estaría referida más a una posición de poder respecto de
otros, que a una condición biológica. De esta forma, y en opinión a ciertos
teóricos feministas, la masculinidad podría ser ejercida también por mujeres.
Oprimidos pero con privilegios
Los estudios sobre
masculinidades han develado una serie de aspectos que se desconocían respecto a
los procesos de construcción de la identidad masculina. En este sentido, la
teoría de género ha sido un aporte fundamental para desmitificar el
determinismo biológico que se creía, dominaba a los hombres.
Bajo este punto de
vista, el patriarcado, entendido como un proceso histórico y contingente,
victimiza tanto a hombres como a mujeres. La imposición social de tener que
parecer machos, duros, competitivos, falogocentricos, constituyen una
forma de sumisión sistemática.
Klaudio Duarte
señala que si bien el patriarcado oprime a los hombres, éstos conservan
intactos los privilegios que les otorga: “Ser los primeros en sentarnos a la
mesa, comernos el plato de comida más grande, ser aquí mismo en la Universidad
de Chile los que ganamos el mejor salario respecto a nuestras colegas, los que
podemos ejercer violencia, piropear a las mujeres en la calle y tocarles el
trasero en el metro sin que nadie diga nada, porque esa violencia está
naturalizada”, señaló y agregó que no se trata de construir un discurso bajo la
lógica del empate entre hombres y mujeres, porque “mientras los varones no
soltemos esos privilegios, esa idea de que somos víctimas del patriarcado no va
a poder ser asumida por nosotros”.
Devenir padre
Convertirse en
padre representa un cambio fundamental en la vida de los hombres y tiene un
amplio impacto en la construcción de sus subjetividades. David Amorín,
psicólogo y académico de la Universidad de la República de Uruguay,
señala que los hombres de mediana edad sienten que son mucho mejores padres que
sus propios progenitores. Según el investigador, los padres actuales buscan
mantener una comunicación saludable con la prole, apoyar y promocionar
iniciativas de los hijos, estar más receptivos, disponibles y tener
actitudes lúdicas y de diversión.
Por su parte, los
resultados de la Encuesta Internacional de Masculinidades y Equidad de Género
IMAGES Chile, realizada en 2011 confirmaron que vivimos en un ordenamiento de
género con profundas desigualdades y con aún persiste la existencia de roles
estereotipados y segregadores para hombres y mujeres.
La encuesta arrojó
que mientras más de la mitad de los hombres reportaron jugar con sus
hijas/os en casa, apenas un tercio cambia pañales, prepara alimentos, baña a
sus hijas/os, y apoyar en tareas escolares. Mientras que un 63,7 por ciento de
los hombres reportan que la mujer cuida diariamente (siempre o usualmente) a
sus hijas o hijos, un 80 por ciento de las mujeres señala hacerlo.
En la
investigación recogida en su libro Adultez y Masculinidad: la crisis
después de los 40, David Amorín señala que “una de las modificaciones en
la identidad de género masculina es la existencia de una mayor capacidad para
desplegar sentimientos y actitudes afectivas para con los demás sin que esto,
dentro de ciertos umbrales, amenace los estereotipos de virilidad exigidos al varón
por mandatos culturales de larga data. Esta condición parece relacionarse
directamente con la mejor capacidad hacia los hijos/as, en lo que hace a la
comunicación, el apoyo y confianza, la receptividad y disposición”.
La esfera domestica como punto crítico en las masculinidades
Si bien se
encuentra ampliamente aceptado que los hombres, durante las últimas décadas,
han desarrollado un relevante proceso de integración a las actividades
reconocidas patriarcalmente como femeninas, aún conservan intactos los
privilegios que históricamente han ostentado.
En su
investigación en curso titulada Relaciones de género y arreglos domésticos:
la configuración de nuevas masculinidades, la doctora en filosofía y
académica de la Universidad de Concepción, Lucía Saldaña, señala que existe un
intento de complementariedad, marcada por acuerdos emergentes tendientes a la
resolución democrática.
Esta
complementariedad se da con la salvedad de que los varones tienen la potestad
para decidir qué tipo de actividad realizarán, mientras que son las mujeres las
que asumen las tareas domésticas más incómodas pero relevantes del hogar. “Aún
no encontramos hombres que limpien baños”, señaló Saldaña.
Respecto a este
tema, la encuesta IMAGES Chile de 2011 arrojó que entre un 62,6 y un 73,7 por
ciento de los varones dice que su pareja generalmente hace más o hace todas las
tareas como preparar alimentos, lavar ropa, hacer aseo o limpiar el baño.
Patriarcado y Pluridominio
El patriarcado no
opera solo. Se trata de un proceso que se constituye de manera conjunta y
simultánea con otros dispositivos de dominio. Está siempre actualizándose en
las nuevas coyunturas y produciendo nuevas formas de expresarse. Por eso resulta
de suma relevancia para los hombres y las mujeres feministas poder identificar
los nuevos modos en que el patriarcado se hace espacio en todo orden de
cosas.
Bajo esta lógica,
las conclusiones del V Coloquio Internacional de Estudios sobre Varones y
Masculinidades señalan que el patriarcado se entronca con un sistema de dominio
que tiene como base la economía capitalista, el racismo y el adultocentrismo.
Además, la
construcción social del binarismo hombre/mujer daría lugar a una serie de
preceptos represivos conocidos como heteronormatividad, es decir, un conjunto
de normas sociales que entraman una relación de poder y que reglamentan
el género en términos binarios, normalizando las relaciones heterosexuales
idealizadas como una forma connatural del ser humano.
González Arriola
señala que resulta fundamental revisar permanentemente nuestras conductas, pues
el patriarcado y el machismo se filtran en los lugares más inusitados y
adquieren formas no tradicionales de manifestarse.
Sobre las
perspectivas que abren los estudios sobre masculinidades y su rol en el
contexto actual, Klaudio Duarte concluye: “A lo que nos está llevando
esta discusión es que se puede ser hombre, colaborativo, solidario, tierno y no
hay que desarrollar el lado femenino de la masculinidad; sino que
hay que desarrollar ese aspecto de la masculinidad que ancestralmente parece
que tuvimos los seres humanos y que por esta revolución del patriarcado
se instaló como una negación para los varones”.