Hay un documento en el Pentágono en el que se
cita al presidente de los Estados Unidos "Lyndon B. Johnson
diciendo que no quiso abandonar Vietnam porque tal gesto no se iba a considerar
propio de un hombre". Un poco después en la Historia, la Dama de Hierro, Margaret
Tatcher, "se vio obligada a pasar por un proceso de reeducación
vocal en su carrera hacia Downing Street para masculinizar su voz". La
primera escena forma parte del anecdotario de Michael Kimmel,
fundador y director del Centro para
el Estudio del Hombre y las Masculinidades en la Universidad
Stony Brook de Nueva York. La segunda pertenece al profesor barcelonés Eloy
Fernández Porta que, entre octubre y noviembre, impartió un seminario
sobre "nuevas masculinidades" en el Centro de Cultura Contemporánea (CCCB) de Barcelona, en
colaboración con el Instituto de Humanidades de esta ciudad y bajo el título
'Flexo, lecturas compartidas'. Si la masculinidad es una o varias,
si ser hombre sigue siendo un privilegio o comienza a ser una carga es
una cuestión que se analiza hoy tanto aquí como al otro lado del océano.
A las sesiones de Porta, que también ha ofrecido
nociones sobre masculinidad(es) este otoño en la Universidad de
Zaragoza y en la Universidad Pompeu Fabra, acuden
estudiantes universitarios que pueden analizar teorías de género, pero también
personas de mayor edad y completamente alejadas de lo académico en lo que a ser
hombre y mujer respecta. "Lo que más me gusta es que cada participante
exprese las ideas sobre educación de género que tiene, y ver cómo cada una de
ellas es parte de una lógica social", cuenta Fdez Porta, Premio Anagrama
en 2010 y Premio Ciudad de Barcelona en 2012.
Habla este escritor de la repetición de una
"solución nominalista al problema del sexismo" -"reducir el
asunto a una cuestión de vocabulario y de uso del lenguaje"- y de una
"solución confesional" -"un hombre reconoce en público que ha
tenido 'una mala educación de género' y admite que ha obtenido ventajas de la
dominación masculina, aunque si le preguntas cuáles no sabe concretarlo"-.
La dominación masculina es,
precisamente, el clásico de la sociología de Pierre Bourdieu
con el que Porta arranca sus clases y sobre el que desarrolla una revisión
creativa, que se acompaña de una lista musical titulada 'Medianenas y milhombres' y de extractos del arte, del cine, de la televisión y del cómic. "Extremos,
contrastes, la hipervirilidad y lo infraviril, el abdominal de gimnasio, el
bueno, el feo, el malo" son algunos de los términos con los que el
profesor invita a reflexionar.
¿Masculinidad o masculinidades?
"Cuando planteo el tema de las masculinidades en
plural procuro poner el acento en el hecho de que no existe un modelo único y
hegemónico y en que las diferencias y alteridades de la masculinidad no deben
entenderse como versiones menores de ese modelo o como fragmentos de una
estatua que se ha roto". En lenguaje coloquial: los hombres hoy son, o pueden
ser, 'hipsters' y 'canis', 'fofisanos' y 'lumbersexuales', 'andróginos',
'normcore' y 'muppets'. O no ser nada de esto.
Al otro lado del charco, el profesor Kimmel está cerca
de inaugurar el primer máster sobre masculinidad. Presumiblemente,
serán 12 los estudiantes que se graduarán cada año a partir de 2017. Cuando
EL MUNDO le pregunta si la masculinidad sigue siendo un privilegio o comienza a
ser ya una carga, Kimmel explota en sonora carcajada. Cuando consigue
responder, cada frase que emana podría ser titular: "A veces lo que puede
ser una carga es tener privilegios. Y tener privilegios a veces significa no
querer intercambiarse con el otro". Ese otro, en este caso, sería la mujer
o el género femenino. Pero Kimmel tiene más que decir: "Lo de que la
masculinidad haya sido siempre un privilegio es ya una pose. Sucede como con Spiderman:
'Un gran poder conlleva una gran responsabilidad'".
Su centro de estudio para las masculinidades tiene
tres años de vida y consiguió crearlo gracias a la Fundación MacArthur.
"El éxito que han tenido los estudios de mujeres hizo evidente que también
hay que estudiar la situación del género masculino. Es más, continuando el
trabajo que ya ha hecho el feminismo, había que pasar al siguiente nivel, poner
a los hombres en la conversación, usando los mismos métodos y las mismas ideas
que los estudios sobre mujeres pero analizando a los hombres", resume
Kimmel.
Este innovador reconoce que sus pasos no agradan a
todas las mujeres, o a todas las feministas, pero también apunta que "muchas
mujeres feministas celebran" este tipo de labor pro hombre y que su
llegada "era una cuestión de tiempo". "Hay que prepararse para
la fiesta", prosigue Kimmel, quien a menudo recibe de sus interlocutores
el siguiente comentario: "Todas tus estudiantes deben ser mujeres porque
un hombre de verdad no acudiría a tu centro". ¿Qué es hoy, pues, ser un
hombre de verdad?
Las masculinidades de hoy. De arriba a abajo y de izq. a dcha, el muppet,
el neomacarra, el hipster, el ubersexual, el normcore y el fofisano.
ILUSTRACIONES: Miguel Ángel Camprubí
El hombre del siglo XXI
Un informe reciente sobre "el hombre del siglo
XXI" -'The Shriver
Report Snapshot: An insight into the 21st century man'-,
elaborado por A woman's nation,
sostiene que una de las grandes preocupaciones del hombre de hoy es
"conjugar el éxito con ser un buen padre, un buen marido, un buen hijo y
un buen amigo". A este hombre contemporáneo también le preocupa la
"independencia económica y dejar un legado"; tres de cada cinco
hombres creen que "el éxito viene dado por los logros personales y en el
hogar", mientras que un 24% lo relaciona con el dinero.
Continúa el estudio: "Un 65% de los hombres dice
que tener un carácter fuerte e integridad es lo más importante a la hora de
exhibir fortaleza en el mundo de hoy. El siguiente marcador sería la habilidad
para aportar solvencia económica (44%), después la confianza en el camino
propio (40%), la capacidad para afrontar situaciones estresantes (37%) y la
fortaleza mental (11%)". Por contra, "los hombres mayores de 65 años
identifican en menor grado la inteligencia emocional como parte de ser fuerte,
y tienden a valorar más el poder físico". Sólo "un 22% considera que
mostrar emociones es un signo de debilidad. El Mad Men ha sido sustituido por
el hombre de familia emocionalmente inteligente", sentencia el informe.
Los retos que vienen
Así las cosas, ¿a qué retos se enfrentan los hombres?
Según el escritor y psiquiatra Andrew Solomon, especialista en cuestiones de
identidad, "el estereotipo clásico de la masculinidad era complicado para
quienes no se ajustaban a él, pero tranquilizador para quienes sí lo
hacían". "Había una forma correcta de ser y todos los hombres tenían
que dirigirse a ella. Ahora, en cambio, la situación es mucho más confusa: ¿Qué
hacer? ¿Cómo hay que ser? El reto masculino es vivir de forma auténtica y
equilibrarse con la posición que ejercen las mujeres hoy. Ellas se han ido
ajustando durante los últimos 50 años, y los hombres están comenzando
ahora".
Lo explica Nerea
Aresti, doctora en Historia Contemporánea de la Universidad del País
Vasco y especialista en cuestiones de género, para quien "el feminismo ha
sido decisivo en la evolución de los ideales de masculinidad": "En el
siglo XX hubo dos cambios decisivos de cambio en las masculinidades y en las
feminidades: los años 20 y los años 70. Creo que nuestra herencia más directa
procede de esos dos momentos del siglo pasado. Es impensable que un modelo
cambie mientras el otro se mantiene inmóvil. Lo que sucede ahora es que las diferentes
maneras de ser hombre conviven en una sociedad que les da más visibilidad que
nunca antes".
En el trailer de una película estrenada recientemente,
El Becario, la jefa (Anne Hathaway) le pregunta al 'muchacho' en
prácticas (Robert De Niro) "por qué antes el hombre era Harrison Ford y,
ahora, esto», señalando a un grupo de treintañeros de melena despeinada y
rebequitas a modo de abrigo. Analiza Porta: "Es un ejemplo muy bueno, es
la jefa quien expresa la supuesta crisis de la masculinidad y exige una vuelta
atrás, y su queja indica que la presión social para ser 'hombre-hombre'
procede, en algunos casos importantes, de mujeres que creen necesitar esa
figura para que su propia feminidad adquiera pleno sentido por
complementareidad. Hay una parte relevante de la constitución del género que es
transferida de manera imaginaria: un hombre puede creer que la mujer no le
aceptaría siendo metrosexual, y una mujer puede imaginar la mirada del hombre
apreciando algunas formas de vestir y despreciando otras".
Fuente: http://www.elmundo.es/sociedad/2015/12/05/5661d3ccca4741b9168b45c9.html
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